1. Introducción
El olor dice cosas de nosotros incluso antes de hablar. Un perfume puede calmar, activar recuerdos o simplemente hacer que una rutina parezca un ritual. Por eso, cuando oímos frases como “los perfumes son tóxicos” o “las fragancias te desequilibran las hormonas”, es normal sentir alarma. Pero como casi siempre en salud y cosmética, la realidad es más matizada: no todos los perfumes son iguales, ni todos suponen el mismo riesgo. Hay fragancias de origen natural y fragancias de origen sintético; ambas comparten objetivos (oler bien, durar, ser estables), pero difieren en cómo se componen, cómo se comportan en la piel y qué implicaciones pueden tener para la salud —incluida la salud hormonal que en Banbu situamos en el centro.
La conversación pública se ha llenado de términos como disruptores endocrinos, alérgenos o compuestos persistentes, a menudo mezclados con mensajes alarmistas o simplificaciones de “blanco o negro”. El resultado: desconfianza y confusión. ¿De qué están hechos realmente los perfumes? ¿Es mejor “natural” por definición? ¿Lo sintético es siempre “malo”? ¿Qué es lo que de verdad deberíamos evitar y cómo reconocerlo en un envase?
Aquí aparece uno de los grandes nudos del problema: el etiquetado. En la lista de ingredientes (INCI), la palabra “parfum” o “fragrance” puede agrupar decenas o incluso cientos de sustancias que no se detallan una a una. Ese paraguas dificulta al consumidor saber si en su crema, su champú o su desodorante hay alérgenos determinados, fijadores potencialmente problemáticos o moléculas que preferiría evitar. Para una marca que apuesta por la transparencia y la salud hormonal, como Banbu, esta opacidad es incompatible con la toma de decisiones informada.
Este artículo nace para aportar luz, contexto y criterios prácticos. Primero, explicaremos qué es un perfume desde el punto de vista técnico: cómo se construye y por qué combina notas y familias aromáticas. Después, abordaremos la diferencia entre fragancias naturales y sintéticas: de dónde vienen, cómo se componen y qué ventajas e inconvenientes tiene cada una, tanto en eficacia como en seguridad. Dedicaremos un apartado al etiquetado INCI y a sus límites actuales, para entender por qué a veces “parfum” no es suficiente y qué mejoras existen o deberían impulsarse. Entraremos también en lo que más preocupa: salud y exposición real, con ejemplos claros de moléculas señaladas, el papel de la dosis, la frecuencia de uso y la bioacumulación. Por último, ofreceremos guías sencillas para elegir mejor: desde interpretar un INCI hasta reconocer prácticas más transparentes y sostenibles.
2. ¿Qué es un perfume?
Hablar de perfume no es solo hablar de “oler bien”. El perfume es una composición química compleja diseñada para despertar sensaciones, fijarse en la piel y mantenerse estable en un producto cosmético. Puede estar formado por pocas moléculas o por cientos, pero siempre responde a un arte y a una técnica muy precisos.
2.1 Definición en cosmética
En cosmética, el término “fragancia” o “parfum” se refiere a la mezcla de sustancias aromáticas naturales o sintéticas, disueltas generalmente en un vehículo (alcohol o aceites), que se añaden a un producto para darle un olor agradable. Esa mezcla no está ahí solo por estética: el aroma influye en la experiencia de uso, en la percepción de eficacia e incluso en la fidelidad a la marca.
2.2 Cómo se construye un perfume
Un perfume no es un único olor, sino una arquitectura en capas:
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Notas de salida → son las que percibimos en los primeros segundos (cítricos, menta, lavanda). Se evaporan rápido y generan la primera impresión.
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Notas de corazón → se revelan cuando las iniciales desaparecen (flores, especias, frutas). Son el “cuerpo” de la fragancia.
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Notas de fondo → más pesadas y persistentes (maderas, resinas, almizcles). Dan duración y carácter.
Esta construcción en pirámide olfativa se utiliza tanto en perfumes de alta gama como en un simple champú, porque ayuda a controlar la experiencia sensorial.
2.3 Breve mirada histórica
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Antigüedad: Los primeros perfumes eran resinas, inciensos y aceites esenciales extraídos de plantas, usados en rituales religiosos o como símbolos de estatus.
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Edad Media y Renacimiento: Destilación de rosas, lavanda y hierbas aromáticas; nacimiento de la perfumería artesanal en Europa.
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Siglo XIX: Revolución química: la síntesis de moléculas aromáticas (como la vainillina) permitió democratizar el perfume y hacerlo accesible, además de más estable.
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Hoy: Convivencia entre lo natural y lo sintético. Muchas fragancias son “mixtas”: combinan moléculas de laboratorio con aceites esenciales para lograr un equilibrio entre coste, estabilidad y experiencia sensorial.
2.4 Por qué importa entenderlo
Conocer esta base es clave antes de hablar de toxicidad o seguridad. No podemos demonizar el perfume como un todo: es necesario saber de qué está hecho, cómo se usa y en qué dosis. Solo así podremos diferenciar si un producto es seguro, si puede irritar, o si contiene moléculas controvertidas como disruptores endocrinos
3. Perfumes naturales vs. perfumes sintéticos